Dibujo sin nombre, Sini Silveri
[suomi][english]
Sini Silveri
Traducciones de José Luis Rico
Tres poemas
de Titaanidisko (Poesia, 2020)
Mediante su salivación, el invierno se ha tornado en hierba parda a medio viento. Entre las calles hay bruma, rocío, cercas de patio bamboleantes. Algo húmedo sale de mí hacia el verde jardín acuático. El momento gris anaranjado de la tarde desciende al fondo del mar: sitio donde el día termina por perderse, o estela larga entre tres y seis, mientras el párido chupa los bordes del monedero de la albóndiga una vez más.
Hey, qué linda esa luz navideña con forma de reno en tu jardín, qué pintura paisajística junto al refri en tu cocina. Cuán cuidadosamente se pueden levantar aparatos de halterofilia en la noche acá, donde el invierno nos ahoga con un abanicazo lento e imponente. El pino mira todo esto, el viento lo transforma en mano que levanta su pulgar de “échale ganas” ante las luces del campo congelado, dice: “hey… sin problema”. Entrada la noche pienso que alguien, alguien, quizá de Teboil, vendrá conduciendo su trineo motorizado por la ventana del zaguán hasta donde yazco inmóvil en la cama y que las esquirlas del cristal y los rodillos me entrarán en el cuerpo. La otra opción es que el reno de luz entre por la ventana galopando.
*
Enmarcada por dos termobombas neumáticas y dos sillas de plástico, la estación es una casa adosada de ladrillo rojo y techo nivelado. El agua se coló por la juntura de la ventana, de la tierra que hospeda a la planta la mitad es plástico, en medio del río hay heno corto. El pantano inunda al eriophorum vaginatum, sitio de construcción despejado a tala. La mano del pariente acaricia la pierna del banquillo; esto eres tú, acá donde debes bailar. Aquí algunos se hacen llamar jaguares; aquí puedes ser Pumba, verter aceite en el agua levantarte con fuerza de las dunas hacia adelante, ser bárbaro, un cliente normal. En agosto las plantas dieron traspiés y las tuberías tronaron. El ritmo de sequía y pudrimiento húmedo conduce el OnniBus de paso. El aire frío y cálido varía al estilo del estanque hondo: alisios blancos, agua negra, alisios blancos, minifuente, heno verdiclaro cepillado. La oblicua luz terminal hace la parada desde un rincón, el verde está duramente expuesto y crudo. A la derecha una nube pluvial de un azul Blu-Tack, abajo la borla de lana de una adelfa explota en el viento. La casa adosada desaparece. El ocaso se lanza por encima de los hombros, dispersándose. El color durazno flota igual que un pedo silente en medio del aire y yo quiero ser ola en el montón, impactar con las otras en el aspecto del mar, estar todos bailoteando en una disco a cielo abierto. Quiero comerme las sillas de plástico, sembrar con los jaguares el campo bajo la lluvia de otoño, cabalgar la fuente de agua, hacer de mi ombligo una colina nocturna de año nuevo, regar distraídamente el prado del cerebro, fiestear en una disco de titanes.
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Yacemos relajados en la orilla, imaginamos el sabor de la nieve y hacemos de nuestras manos conos. Comemos a múltiples bocas, no esperamos a que pase la visa electron. El tiempo corre, hay mucha gente y pocos enseres que atañan al género. La piel arde.
La termobomba de aire zumba allá, ya no la alcanzamos y cae al fondo.
En el espacio después de la renuncia sabemos, fuimos pasivos, previsores. Al salir del castillo de la renuncia somos blancos dibujados con dientes amarillos, tenemos negros surcos en la frente y afuera nos fundimos en magnífica vajilla de cerámica. Miramos una hoja en el árbol pues necesitamos no pensar en los horarios del camión nocturno, no revisarlos de camino al baño, no saber el saldo en la cuenta. Toca derrochar palabras artefactos pensamientos, hablar más o menos de todo esto sin temer la explicación, siendo certeros, haciendo el miedo exactamente, las palabras exactamente, no saber. En ello no hay vacaciones lindas, ausencia ameritada, poeticidad.
Somos lo mismo que el concepto de la flor, que el concepto del agua, que el concepto del fango, cáscara de huevo, azul de lodo en nuestras manos.