Ricardo Domemeck | Muerte a plazos

[ Suomi ] [ Português ]

Traducción: José Luis Rico


Muerte a plazos

a Francisco Bley

La primera vez que morí
le tartamudeé al amigo si se sobrevive
a esa muerte a plazos
y el amigo, ya instruido                          
en mortandad, respondió: sí,
se sobrevive, se atraviesa el cuarto
en llamas y se emerge en el jardín,
chamuscado, la muselina pegada
a la piel, la propia piel como muselina
pero vivo aún, todavía más para acá
que para allá, cuando hemos
de estar no sólo alfabetizados
sino psiomeguizados en ese vocabulario
de las pérdidas crecientes como deudas.

Eso, esto debería servir de consuelo,
como el retorno en primavera de Perséfone
tras vacacionar en el submundo, los peces vuelven
a ríos devastados, y las ballenas a mares
de plástico y hasta el sol vuelve al Ártico
después de una noche que dura meses.
Que eso aún se sienta como castigo.

Las alegorías más estrafalarias
ya fueron usadas para esa porfía.
Las alegrías más bizarras.
Almodóvar y el coma entre los toros,
Duras y los retoños en el suelo de Hiroshima.
Noten la audacia. ¿Se sobrevive?
Se sobrevive.

Rá monta de nuevo su carruaje,
Cristo resucita, Don Sebastián
vuelve. La holoturia, el rabo de la lagartija,
el brazo de la estrella de mar, etc., etc.

E Hiroshima se reconstruyó deveras.
Se taparon los cráteres en Berlín.
Vidas individuales, vidas colectivas,
que se alzan de los escombros
tanto de amor como de guerra.

Aunque maremotos salen la tierra.
Noten, noten nuestra audacia.
La porfía de los pulmones. Del corazón.